360 Santuario de San Miguel de Aralar
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©navarra360.com San Miguel de Aralar 360
Es uno de los centros de espiritualidad más antiguos y enraizados de Navarra. Su iglesia, joya de la arquitectura románica, alberga un bellísimo frontal de esmaltes, obra maestra de la orfebrería europea del siglo XII. La imagen titular de San Miguel, revestida de plata sobredorada, recorre cada año, llevando el anuncio evangélico, cientos de pueblos, parroquias y entidades. Las puertas del Santuario están siempre abiertas para acoger a los peregrinos y viitantes que llegan hasta este bello paraje cargado de historia y de leyenda, de arte y de devoción.
El retablo, joya de la esmaltería románicaEl retablo que preside la capilla mayor -en origen, un frontal de altar- es una de las obras maestras que alberga el Santuario y el ejemplo más notable de la decoración preciosa del altar cristiano en época románica. Realizado, al parecer, en tiempos del rey Sancho VI el Sabio, a finales del siglo XII, se trata de un conjunto de cobre dorado y esmaltado, formado por 39 piezas de esmaltes, placas y medallones, con adorno de pedrería semi-preciosa. El programa iconográfico representa a la Virgen con el Niño, los Tetraformos o símbolos de los cuatro evangelistas, los apóstoles, los reyes magos, la escena de la Anunciación del ángel a María y la figura de San José. Desde que hay constancia de la existencia de esta pieza, solo ha salido del Santuario en 3 ocasiones: en 1765 para ser limpiado en Pamplona, en 1979 por robo y en 2006 para ser exhibido temporalmente.
La Historia de Teodosio de GoñiUna antigua tradición relaciona el origen del Santuario con la historia del caballero navarro Teodosio de Goñi: Tras haber matado, por error, a sus padres, Teodosio , arrepentido, recibe del Papa la penitencia de vagar por la Sierra de Aralar ceñido por unas cadenas hasta que éstas se le caigan. Viéndose atacado por un temible dragón, invoca a San Miguel, que se le aparece y acaba con la bestia. Las cadenas de Teodosio caen al suelo y éste, en agradecimiento, construye un lugar de culto al Arcángel y queda aquí como ermitaño. Testigo de todo ello serían las cadenas que cuelgan a la entrada de la capilla central -signo de penitencia y de la liberación del hombre obrada por Cristo, quién ha roto las cadenas del pecado y de la muerte- y el agujero en el que los fieles introducen la cabeza y recitan el credo, a modo de exorcismo contra el demonio y las creencias paganas. |